domingo, 20 de enero de 2013

Adaptación "Toda clase de pieles"

Toda clase de pieles ha supuesto grandes dilemas en mi cabeza. Me ha gustado tanto que quería hacer un buen trabajo. Por eso, hice caso a mi profesora Irune y he adaptado el libro para Primaria y para Secundaria. En primer lugar está la parte en común de ambas historias. Después viene la parte de primaria y la parte de secundaria. En las cosas que he cambiado he añadido las cosas modificadas de los dos finales. Como además de ser actividad cuenta con una parte voluntaria, voy a etiquetar la entrada como semivoluntaria. Gracias de antemano por permitirme hacer estos "chanchullos" jejeje.


Este cuento ha sido adaptado para Primaria pensando en los alumnos de tercer ciclo. Creo que el tema del incesto puede ser difícil de entender para los más pequeños, por lo que esa versión la usaremos para la Educación Secundaria en la que podríamos abrir -tras leer el libro- un interesante debate. Así como algunas expresiones pueden resultar complicadas para los más pequeños. Por el resto, y salvando estas excepciones, podría ser un texto para todos los ciclos. 


Lo que he cambiado…

  • La familia no será perteneciente a la casa real (pero sí a la nobleza)
  • He intentado describir físicamente a los personajes para que sea más fácil imaginarlos.
  • Los objetos que le facilita la madre son parecidos pero no los mismos
  • La condición que le pone para casarse es parecida pero con otros objetos. En lugar de tres vestidos, serán una brújula, un catalejo y un diamante negro.
  • La confección del abrigo también contará con animales que no tengan pelo (aves, peces, etc.…) 
  • Los objetos que le entrega a la hija estarán “trucados” para que el padre pueda encontrarla con mayor facilidad aunque escape.
  • El padre no se quedará en el castillo mientras la hija se pierde en el bosque. Saldrá a buscarla junto a un íntimo amigo al que le pedirá que la enamore y se case con ella (versión para Primaria)
  • El padre no se quedará en el castillo mientras la hija se pierde en el bosque. Saldrá a buscarla con el fin de encontrarla y enamorarla cambiando su aspecto físico (versión para Secundaria)
  • No se enamorará de un príncipe heredero a un trono, sino que lo hará de un amigo de su padre al que conoce por haber pasado junto a él toda su infancia (versión para Primaria)
  • No se enamorará de un príncipe heredero a un trono, sino que lo hará de su propio padre sin darse cuenta (versión para Secundaria)
  • No trabajará como doncella o cocinera, será tratada con manjares desde su primera estancia en palacio.
  • Vivirán felices pero el príncipe morirá y su esposa pasará a estar triste y desdichada tras enterarse que su marido es un viejo amigo de su padre (versión para Primaria) 
  • Vivirán felices pero el padre morirá y la hija pasará a estar triste y desdichada por la fatal noticia (versión para Secundaria)

Lo que he mantenido...

  •  La belleza de los protagonistas
  • La muerte de la madre de la recién nacida.
  • El  regalo de la madre a su hija (sólo se mantiene el anillo de su boda)
  • Las últimas voluntades de la madre
  • La petición de matrimonio por parte del padre
  • Las condiciones de la hija y el abrigo de pieles
  • La escapada nocturna de la hija para impedir que el matrimonio se realizara
  •  Final feliz para la hija por casarse con otro hombre (hasta que lee la confesión del padre).

TODA CLASE DE PIELES


Vivía en un reino muy lejano una familia que derrochaba felicidad haya por donde pisaba. El matrimonio estaba compuesto por dos jóvenes de gran belleza que se amaban con locura. Ella tenía el pelo tan rubio como el sol. Sus ojos eran tan profundos como el mar y su figura era la más envidiada del reino en el que vivían. Él era un apuesto galán de ojos verdes como los prados asturianos y un cuerpo envidiado por los mozos del lugar y deseado por las damas de toda la corte. No eran los reyes de la villa, pero tenían tantas o más comodidades como los soberanos. Eran queridos y a la vez envidiados por todos sin excepción.

Junto a ellos siempre iba otro joven apuesto. Se llamaba Juan y era íntimo amigo desde pequeño de Nuño, el cuál le cuido y ofreció protección cuando éste quedó huérfano. Solo había una pequeña cosa que no les hacía plenamente felices. Nuño y Margarita deseaban tener descendencia y Margarita no conseguía quedarse en estado de buena esperanza. A la edad de 25 años, Margarita regresó a su palacete para comunicarle a su marido la buena noticia: estaba embarazada. A los nueve meses nació una niña tan bonita que su belleza era envidiada hasta por los astros del cielo. Una complicación en el parto produjo una enfermedad terrible sobre Margarita. El médico avisó a Nuño de que a su esposa no le quedarían más de dos o tres días de vida. Margarita escribió unas notas para su hija Fabiola. Se las entregó a Nuño y le pidió que éste se las revelara a su hija cuando tuviera uso de razón y le entregara una cajita que ella conservaba desde que era niña en la que guardaba tres objetos: una pequeña aguja de oro, una estampita de una virgencita de plata y su anillo de matrimonio. A Nuño sólo le pidió una cosa: que se casara con alguien más bella que ella y rehiciera su vida. Esa misma noche Margarita falleció.

En el palacete no volvió a brillar el sol. Las ventanas estaban siempre cerradas. Los espejos tapados con sábanas y sólo una vela podía alumbrar las habitaciones en las que Nuño estuviera. Fabiola creció con el cariño del ama de llaves y no junto a su padre, que se había desvinculado de su hija y de todo su antiguo mundo. La felicidad ya no era su estilo de vida.

A los 10 años, Fabiola se había convertido en una bella damita. Consiguió arrancar a su padre de su mundo de sombras y la felicidad (aunque no volvió a ser plena) volvió a reinar en su palacete. Nuño entregó a su hija la caja de su madre y le contó maravillas acerca de ella. Fabiola empezó entonces a adorar a su madre y a su padre. Pasaban los años y cada vez estaban más unidos. Por el decimoquinto cumpleaños de Fabiola, Nuño se dio cuenta de que su hija era una de las mujeres más bellas de todo el reino. Sin darse cuenta, se estaba enamorando de su propia hija. Intentó evitarlo, buscó por todas partes mujeres más acordes a su edad que fueran más bellas que Margarita pero no encontraba a nadie. Estaba cegado por la belleza de su primogénita. Tras la fiesta de cumpleaños, subió al cuarto de Fabiola y le dijo que debían casarse. Fabiola asustada dijo que no. Su padre enfurecido le dijo que era la última voluntad de su madre y debían complacerla. Por el respeto que Fabiola le procesaba a su madre, aceptó con una condición: que le concediera tres deseos. Le pediría a su padre tres regalos con la intención de que el  padre no los consiguiera o si los conseguía, que al menos pudiera ganar tiempo para impedir el enlace.

El primero de los objetos que le encargó a su padre era una brújula de oro, el segundo un catalejo de plata y el tercero un anillo con un diamante negro. Para Fabiola eran objetos extraños e inauditos. Ella no conocía las influencias de su padre en el reino y pensó que para su padre sería un trabajo durísimo encontrarlos. Para él fue un juego que le entretuvo poco tiempo. En unos doce meses el padre regresó con los tres objetos. Ella estaba anonadada. Esa misma noche, celebraron una fiesta con motivo de la pedida de mano. Ella dijo que aceptaba casarse con él pero exigía su regalo de bodas: una capa compuesta por todo tipo de animales. Quería que tuviera el forro de la piel de los conejos, los visones y los zorros para que le dieran calor. Los puños debían estar rematados con escamas de los peces más exóticos. La larga cola iría decorada con plumas de pavos reales, la capucha estaría hecha con la piel de los dálmatas y el resto del abrigo con pieles de animales como cebras, jirafas, leopardos, etc.

Su padre aceptó. Envió un gran ejército –encabezado por sí mismo- para conseguir todo lo indicado por su hija. En apenas 10 meses el abrigo estaba casi listo.

Como habréis podido observar, los regalos de la hija no estaban elegidos al azar. Ella no quería casarse con su padre, y si este conseguía el abrigo, ella debía alejarse de su palacete. Le pidió la brújula para orientarse, el catalejo para avistar peligros y el diamante negro por si tenía que venderlo y hacerse con dinero para empezar con su nueva vida. El abrigo serviría para poder camuflarse en el bosque y pasar desapercibida.

Nuño llegó al palacio. Traía el abrigo. Era larguísimo y precioso. Fabiola asintió con resignación ante el regalo de su padre y para sus adentros pensó: aquí comienza mi nueva vida. Esa misma noche, metió en una bolsa la brújula, el catalejo, el diamante y los regalos y cartas de su madre. Se puso un vestido cómodo y se llevó su abrigo. Se perdería en la oscuridad del bosque para impedir la boda con su padre. Nuño, además de estar dotado de una gran belleza, era uno de los hombres más inteligentes del reino. Él también tenía su propio plan. 

Hasta aquí la historia en común. A continuación, las dos versiones. Primero la versión para Primaria y a continuación la versión para Secundaria.

a)     Versión para trabajar en Primaria

Fabiola andaba de noche y descansaba de día. No era capaz de entender la brújula y el catalejo siempre estaba nublado, por lo que no le servían para nada. Utilizaba la estampita de su madre enseñándola en los Conventos para conseguir algo de comida cuando pasaba por algunos que encontraba a su paso. Además, se alimentaba con frutos y hierbas que encontraba por el bosque. La aguja la usaba para pincharse en el dedo y con la sangre poder marcar en los árboles donde había pasado para orientarse, pues la brújula le estaba siendo inútil. Después de casi más de 6 semanas perdida por el profundo y solitario bosque, escuchó a lo lejos los cánticos de un apuesto caballero. Ella se escondió bajo su enorme abrigo, pero el apuesto hombre la vislumbró enseguida. Confiada por las explicaciones del caballero bajó de la rama del árbol que la protegía y acompañó al apuesto hombre. Todo en él le sonaba familiar, pero no alcanzaba a saber el qué. La subió a su reluciente caballo y la llevó a su palacio.

Le contó su vida y ella quedó prendada de su belleza. Era mayor que ella, pero a Fabiola le daba igual. Estaba embelesada. Al llegar a palacio la agasajaron con todo tipo de manjares, le quitaron las vestimentas ajadas y la vistieron acorde al estilo del príncipe. Él le pidió matrimonio y ella encantada aceptó. Al pedirle la mano, el príncipe le dijo que él sólo tenía un anillo, que el otro lo debía conseguir ella, pues esa era –según él- una tradición de su reino. Entonces recordó los tres obsequios que su madre le había dejado tras su muerte y usó su anillo para el día de sus nupcias.

Él le regaló el vestido más bonito que existía para que lo luciera en el día de su enlace. Ella encantada aceptó.

El día de la boda de Fabiola iba a ser un día precioso, pero faltaban allí dos personas importantísimas para ella, su padre Nuño –que a pesar de haberse portado mal con su hija era el hombre al que más quería- y su madre Margarita. Decidió entonces incorporar en el escote de su vestido –plagado de perlas y bordados carísimos- el diamante negro de su padre, para que estuviera un poco “más cerca de ella”. La ceremonia fue preciosa, y a los pocos años Fabiola tuvo varios hijos. Vivieron muy felices durante muchos años, hasta que su príncipe murió.

Ella sabía que él fallecería antes que ella, pues era bastante mayor. A los días de su muerte, Fabiola encontró el diario de su esposo. En él, escrita con una letra también familiar para Fabiola la siguiente confesión: “Leerás esto el día que yo fallezca. Tenías una brújula mal orientada, un catalejo con el cristal nublado y una piedra que creías diamante. Tu padre no podía soportar la idea de perderte, por lo que me mandó buscarte y casarme contigo para que siempre estuvieras unida a él de alguna manera. Te seguí día y noche y te encontré cuando aún estabas desorientada en aquel bosque. Conseguí enamorarte y que me dieras tres preciosos hijos. Siempre dijiste que te era familiar, y no te faltaba razón. Era el íntimo amigo de tu padre que desde siempre había estado junto a vosotros, yo era Juan. Al principio yo no te quería, pero con el tiempo conseguí enamorarme y sin duda alguna, estos años han sido los años más felices de mi vida. Espero me perdones y puedas entender que el respeto que procesaba a tu padre Nuño era tan grande que tenía que cumplir su voluntad. Te quiere, Juan. “

b)     Versión para trabajar en Secundaria

Fabiola andaba de noche y descansaba de día. No era capaz de entender la brújula y el catalejo siempre estaba nublado, por lo que no le servían para nada. Utilizaba la estampita de su madre enseñándola en los Conventos para conseguir algo de comida cuando pasaba por algunos que encontraba a su paso. Además, se alimentaba con frutos y hierbas que encontraba por el bosque. La aguja la usaba para pincharse en el dedo y con la sangre poder marcar en los árboles donde había pasado para orientarse, pues la brújula le estaba siendo inútil. Después de casi más de 6 semanas perdida por el profundo y solitario bosque, escuchó a lo lejos los cánticos de un apuesto caballero. Ella se escondió bajo su enorme abrigo, pero el apuesto hombre la vislumbró enseguida. Confiada por las explicaciones del caballero bajó de la rama del árbol que la protegía y acompañó al apuesto hombre. Todo en él le sonaba familiar, pero no alcanzaba a saber el qué. La subió a su reluciente caballo y la llevó a su palacio.

Le contó su vida y ella quedó prendada de su belleza. Era mayor que ella, pero a Fabiola le daba igual. Estaba embelesada. Al llegar a palacio la agasajaron con todo tipo de manjares, le quitaron las vestimentas ajadas y la vistieron acorde al estilo del príncipe. Él le pidió matrimonio y ella encantada aceptó. Al pedirle la mano, el príncipe le dijo que él sólo tenía un anillo, que el otro lo debía conseguir ella, pues esa era –según él- una tradición de su reino. Entonces recordó los tres obsequios que su madre le había dejado tras su muerte y usó su anillo para el día de sus nupcias.

Él le regaló el vestido más bonito que existía para que lo luciera en el día de su enlace. Ella encantada aceptó.

El día de la boda de Fabiola iba a ser un día precioso, pero faltaban allí dos personas importantísimas para ella, su padre Nuño –que a pesar de haberse portado mal con su hija era el hombre al que más quería- y su madre Margarita. Decidió entonces incorporar en el escote de su vestido –plagado de perlas y bordados carísimos- el diamante negro de su padre, para que estuviera un poco “más cerca de ella”. La ceremonia fue preciosa, y a los pocos años Fabiola tuvo varios hijos. Vivieron muy felices durante muchos años, hasta que su príncipe murió. 

Ella sabía que él fallecería antes que ella, pues era bastante mayor. A los días de su muerte, Fabiola encontró el diario de su esposo. En él, escrita con una letra también familiar para Fabiola la siguiente confesión: “Leerás esto el día que yo fallezca. Tenías una brújula mal orientada, un catalejo con el cristal nublado y una piedra que creías diamante. No podía soportar la idea de perderte, por lo que cambié mi aspecto físico cortando mi melena y dejando crecer mi barba para que creyeras que era otra persona. Te seguí día y noche y te encontré cuando aún estabas desorientada en aquel bosque. Conseguí enamorarte y que me dieras tres preciosos hijos. Siempre dijiste que te era familiar, y no te faltaba razón. Era tu padre. Espero me perdones y puedas entender que el amor que procesaba a tu madre Margarita era tan grande que tenía que cumplir su última voluntad. Ahora encuentra un esposo que te haga feliz e intenta olvidar estos años, que por otro lado, fueron casi los más felices de mi vida. Tu padre, Nuño. “

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