Como en el bloque anterior,
han sido mis compañeros y compañeras los encargados de mostrarme los encantos
de este tema. Si soy sincero, creo que es el bloque del que más me hubiera gustado
ser testigo de su explicación.
La actividad de búsqueda de
webs y páginas virtuales sobre textos folclóricos abre un mundo de
conocimientos que para mí había estado oculto. Es asombroso los recopilatorios
de cuentos que hay y las técnicas que podemos usar para contar cuentos a
nuestros futuros alumnos –en mi caso, he usado de cobayas a mis primos más
pequeños- con trucos que de verdad merecen la pena.
Antes de
esto, tenemos que ver qué es un texto folclórico y para qué se escribían.
El texto
folclórico es un texto literario escrito por y para el pueblo para entretener a
la gente. Se solían trasmitir de manera oral y se usaban –en ocasiones- para
dar lecciones moralizantes. Contenían gran realismo (reflejaban gran parte de
la realidad) y poseían elementos simbólicos.
La diferencia entre el folclore literario y la literatura folclórica es
que el Folklore literario es aquel que nace de autores anónimos
y no cultos, pero que lo conoce y difunde por haberlo recibido de
forma tradicional, como por ejemplo; coplas populares, leyendas tradicionales o
relatos; por el contrario la Literatura
folklórica, es aquella realizada por escritores cultos que representan
situaciones de índole folklórica.
El texto
folclórico podía aparecer en cualquiera de los tres grandes géneros. En teatro
(que podía ser religioso –en navidades, semana santa, etc.- o el profano –el resto
del año-). La poesía estaba ligada a las danzas, el baile y la música, para
recitar y cantar (nanas, textos para recitar y textos para jugar). Por último
en la prosa encontrábamos textos paraliterarios (fábulas y mitos) y textos literarios
(cuentos y leyendas).
Hay que destacar los grandes
recopilatorios más famosos y los pequeños análisis y ejemplos que hemos visto de ellos, como el de los hermanos Grimm, Charles Perrault,
Hans Christian Andersen y los españoles Fernán Caballero y el padre Coloma.
Después de conocer todo esto
llega el punto clave del segundo bloque. La adaptación de un texto folclórico. Con
algunas pautas dadas por Irune (en mi caso primero vinieron las de mis compis)
había que adaptar el precioso cuento “Toda clase de pieles” versión de los
Hermano Grimm y de la propia abuela de Irune.
La adaptación de este cuento
ha sido todo un reto. Por suerte, la pasada semana pudimos ver en clase qué
cosas se podían y cuáles no cambiar al adaptar un texto. Fue una locura, entre
las componentes de mi equipo (Rocío, Fátima y Claudia) intentaron aclararme
algunos aspectos, pero están tan locas que a veces sólo consiguieron liarme
más. ¡Menos mal que Irune me sacó del apuro! Ahora sólo espero que la
adaptación esté aceptable jeje
Me parecía fácil lo de
adaptar un cuento. A priori, veía pocas dificultades pero, es cuando empiezas a
trabajar sobre él cuando te das cuenta de que tiene su aquel. En clase, intentando
adaptar “Stardusts” con mi equipo lo pasamos genial. Fue un rato entretenidísimo
y nos reímos muchísimo. Estábamos inspirados –quizá demasiado- y las ideas eran
cada vez más descabelladas. Al final, con el esquema aclaratorio, adaptar Toda clase de pieles ha sido mucho más
sencillo.
Por otro lado, la parte de
textos folclóricos me parece muy importante. Hay que conocer bien los textos
que se pueden enseñar a los alumnos y cuáles no. Me ha gustado mucho conocer las
versiones más “espeluznantes” de los que yo consideraba “grandes clásicos
Disney”, y aunque no estuve presente en dichas clases mis compañeros ya se han
encargado de contarme alguna…
Además de entusiasmarme estos
relatos, me ha encantado esta parte porque me ha trasladado a mi niñez, cuando
mi abuelo Jesús y mi abuela María me contaban historias. Eran relatos “de
cuando éramos mozos” me decían. Siempre tenían alguna enseñanza o moraleja
moralizante. Me asombra el simple hecho de cómo se asustaban las gentes de los
pueblos cuando les contaban estas “historias para no dormir”. Pero aún me asombra cómo se está perdiendo
esto. Cuando yo era pequeño, después de terminar la tarea en casa, iba al
parque con mi madre o mis abuelos. Allí jugaba con amigos del colegio, niños de
otros coles o incluso algunos primos que vivían cerca. Recuerdo como siempre
que podía, pedía a mi abuelo que me contara historias. Me daba igual que fueran
de príncipes y princesas o de vaqueros e indios. Me apasionaba el mundo de los
cuentos. Ahora –y no hace tantos años desde mi etapa infantil y primaria- los
niños se divierten con videojuegos, ordenadores y demás “maquinitas”. En mis
prácticas pude observar como los niños estaban ansiosos por terminar las clases
para ir a sus casas y jugar con sus videoconsolas.
Por suerte, mi profesora de
prácticas –qué grande eres y ojo lo que te voy a mencionar por aquí- intentaba
motivar a los alumnos con estas historias y cuentos. No memoricé que versión
era, pero recuerdo que un día en clase vimos la historia de “Blancanieves y los
7 enanitos” y me pareció muy curioso que mi profesora no enseñara la historia
según Disney. Es enriquecedor para los niños ver otras versiones para no
aburrirse con lo mismo.
Hay que avanzar con los
tiempos. No podemos quedarnos estancados en el pasado y en las cosas viejas,
pero no podemos eliminar todas nuestras tradiciones y cultura de un plumazo. Hay
que evolucionar, pero tenemos que convivir con lo que ha sido nuestro. Me niego
a perder este tipo de cuentos folclóricos que narran la vida de ¿tiempos
mejores? No lo sé, pero al menos se les veía más felices.
Puedo asegurar y aseguro
desde aquí, que como futuro profesor, mis alumnos disfrutarán de textos
folclóricos que intentaré contarles siempre que puedan para que al menos,
aprendan a amar la literatura tanto o más que su profesor.
Termino con una frase que he leído
por algún que otro blog y me ha hecho reflexionar.
“Lo que hoy es tradición un día
fue novedad”
Muy bien. te has dejado en el tintero la poesía y el teatro, pero los cuentos los has bordado.
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